Análisis de videojuegos: Metal Gear Solid 4: Guns of the Patriots
La última misión
Un viejo soldado con una cuenta pendiente, en un campo de batalla que ya no reconoce. Snake y la guerra moderna que los Patriots han creado. Un título único en un momento de incertidumbre para PlayStation 3. La primera sensación que Hideo Kojima nos hace experimentar en los primeros minutos de Guns of the Patriots es la tristeza; el héroe Solid Snake, el 'Enfant Terrible' engendrado con los mejores genes del legendario Big Boss, sufre vejez prematura y está muy enfermo. Rememorando unos recuerdos que no son suyos, vemos cómo presenta sus respetos ante la tumba de una heroína que dio su vida para salvar al mundo cuando él todavía no había nacido. En ese momento, cuando sus pensamientos le impulsan a no seguir viviendo, es reclutado por Otacon y Campell para su última misión.
La fusión de dos artes
Metal Gear Solid 4 acerca a un terreno común y compartido entre ocio electrónico y el cine. Pocos videojuegos cimentan la experiencia que ofrecen al jugador en una reparto casi proporcional entre horas de juego y secuencias cinemáticas siendo éstas oro puro. Es una fórmula que pocos títulos pueden incluir, que pocos estudios y creativos son capaces de levantar, pero con esta gran conclusión ha logrado que su visión sea totalmente sostenible; adictivo como un videojuego y emocionante como la mejor película.
El guión ha sido el elemento que más ocupado ha tenido a Hideo Kojima en los últimos años, en el que ha invertido más energías dentro de toda la serie. Es lógico tratándose de la conclusión de una historia que cada vez que debía responder, formulaba nuevas preguntas. Pero aquí no hay lugar para evasivas. Todas las respuestas a los enigmas de Metal Gear se contestan con claridad meridiana. Y como era de esperar, éstas no son precisamente previsibles. Desde los filósofos y su legado, hasta la fundación de los Patriots y su dominio político y económico del mundo. Y más.
MGS4 es también la culminación de la serie en muchas otras formas, no solamente a nivel narrativo. El género acuñado por él mismo, el 'Tactical Espionage Action', llega a su madurez como lo hace el propio Snake; mejorando sus habilidades previas junto con innovaciones que llevan la experiencia jugable a nuevos límites. El famoso 'No Place to Hide' que lleva la infiltración a una zona de guerra, el Octocamo, el traje de camuflaje dinámico, el apoyo del androide Metal Gear Mk II, el sistema de mejora y adquisición del armamento, las nuevas cámaras, el estrés y la condición mental, la IA táctica mejorada de los enemigos, o los movimientos ampliados de Snake. Todos ellos, junto con la base que la serie ha ido barbechando, constituyen una nueva marca en el género. Y esto sin hablar del modo online, que por sí solo es un videojuego totalmente independiente, Metal Gear Online.
Un referente en su generación
Técnicamente Metal Gear Solid 4 es uno de los tres mejores títulos que actualmente tiene PS3 en catálogo. Y eso está fuera de toda discusión. La grandeza de los fondos, con el detalle invertido en ellos y especialmente con su dinamismo, tienen poca comparación dentro de la nextgen en general. De hecho el juego ha mejorado en los últimos dos años. Desde su debut en el Tokyo Game Show con ese espeluznante tráiler en el que por primera vez apareció Old Snake, hasta la versión final, el apartado gráfico se ha mejorado ostensiblemente. Basta hacer una comparación entre esas imágenes y el Guns of the Patriots que llegue a las tiendas. Y para los escépticos, todo lo que se ha mostrado hasta ahora de MGS4 es material totalmente in-game.
Avanzar por cualquiera de las localizaciones del juego, que van mucho más allá de oriente medio -éste solo supone el 15% del juego-, contemplando cómo se sucede un intercambio de disparos entre PMCs y rebeldes, con explosiones, lluvia de morteros, ametralladoras, tanques avanzando, Gekkos lanzando alaridos desmoralizadores, fuego de francotiradores y zonas del escenario derrumbándose, mientras tratamos pasar inadvertidos, reptando entre cadáveres, es una de las experiencias más inmersivas que un videojuego ha ofrecido.
Los efectos de partículas son uno de los puntos fuertes, levantándose polvaredas y columnas de humo tras cualquier detonación que realmente afectan a la jugabilidad. En esta dirección también funcionan los efectos climatológicos, que nos harán utilizar la visión nocturna del Solid Eye para poder avanzar en medio de una tormenta de nieve o para infiltrarnos en una base enemiga en plena noche. Los escenarios son mucho más abiertos de lo que viene siendo tradicional, yendo un paso más allá de lo visto en Snake Eater, en el que incluso se presentaban desafíos a la supervivencia, que también están aquí presentes. Podremos explorar todas sus zonas libremente, aunque el área no es demasiado amplia, especialmente después de haber visto un titán como GTA IV. También presentan ligeras cargas intermedias al avanzar entre diferentes áreas, pero son escasas y rápidas virtud a la precarga que se realiza en el disco duro antes de cada nivel.
Más allá del límite
El motor gráfico desarollado por Konami está a la altura del reto durante la mayor parte del juego, tanto en la parte in-game como en las secuencias cinemáticas, donde debe retratar a los personajes en primeros planos que son realmente impactantes por su expresividad emocional en las animaciones faciales. La carga que PlayStation 3 debe soportar en MGS4 es titánica, y no sólo a nivel gráfico. Esto hace que el juego se resienta en diferentes momentos de estrés, haciéndose evidente en bajadas de frame rate. Al igual que con el título de Rockstar, es necesario contemplarlo con los propios ojos para entender que se trata de un efecto colateral provocado por la ambición del retrato visual que hace Guns of the Patriots. Resulta curioso que cuando Snake se encuentra en pequeños espacios cerrados o al activar la visión nocturna, los FPS suban por encima de los 30 normales. Y aquí es imposible obviar las conocidas declaraciones de Hideo Kojima respecto a las limitaciones tecnológicas en el título, que van más allá de la consola de Sony y se hacen extensivos a la nueva generación.
Nuevas herramientas para un viejo soldado
Los avances más claros de Guns of the Patriots en el terreno jugable con respecto a Snake Eater son numerosos, y en su mayoría mejoran el conjunto. El más obvio y conocido es el nuevo traje de infiltración de Solid Snake, un prototipo construído por Otacon, y que tiene la habilidad de mimetizar colores y texturas al entrar en contacto con ellas, logrando de esta forma un camuflaje casi del 100%. La única zona que queda libre de su efecto es la cabeza de Snake, pero avanzando en el juego es posible recoger una máscara del mismo material que permite reproducir este efecto y otros más avanzados. El Octocamo simplifica bastante la tarea del camuflaje; algo que en Snake Eater llegaba a ser tedioso y requería de manipulación de menús, aquí se soluciona con un segundo en contacto con la superficie deseada.
El Solid Eye, el dispositivo en forma de parche -en un claro homenaje al Big Boss- tampoco es tanto una innovación como una mejora y refinamiento de las mecánicas previas. Al activarlo es posible tener una idea más detallada de lo que sucede a nuestro alrededor, ya que nos devuelve datos sobre localización de enemigos, ítems, armas y una versión extendida del radar. También posee un modo prismáticos que apenas se usa -es más rápido utilizar el zoom de las armas- y otro visión nocturna, muy útil, pero que apenas se diferencia del de MGS3. No obstante sus colores verdes y blancos nos acompañarán en varios de los mejores momentos del juego, uno de ellos de rastreo y otro en la línea del apoteósico duelo frente a The End.
El Metal Gear Mark II en cambio, sí es un elemento totalmente nuevo en la jugabilidad. Es un pequeño robot de apoyo que comparte ligeros trazos en el diseño con el Metal Gear Rex, que acompaña a Snake durante sus misiones. Su blindaje está dotado de camuflaje termo óptico, mejor incluso que el del Octocamo, por lo que puede hacerse invisible y desaparecer -esto nos libra de la pesadez de tener que ver un minúsculo robot correteando tras Snake a todas horas-. Podemos tomar control de él en cualquier momento, seleccionándolo en la categoría de equipamiento -gatillo izquierdo- y utilizarlo para explorar minuciosamente el escenario y planificar diferentes tácticas.
Metal Gear Solid 4: Guns of the Patriots es sin duda una obra maestra, pero alcanza este mérito siguiendo la propia dirección que Kojima ha marcado, diferente a la de otras creaciones que comparten esta distinción. Supone un nuevo clímax para el género del 'Tactical Espionage Action' que ha acompañado al nombre de Metal Gear desde sus inicios, tanto a nivel jugable como cinemático y online. Es un claro exponente de esa tendencia a caballo entre la película interactiva y videojuego que persiguen unos pocos creativos de la industria y que otros muchos repudian; una creación multimedia todoterreno. Y es una premisa que todos los jugadores deben aceptar y saber valorar, más en este gran final de la historia, en el que sus cinemáticas y aquello que se expresa en ellas adquieren una importancia trascendental para entender y disfrutar aún en mayor medida.
Es un producto redondo para los fans de Metal Gear, que podrán descansar tranquilos con las respuestas ofrecidas, y con las sensaciones evocadas en el proceso; desde tristeza o desánimo, al respeto, sorpresa, indefensión, también desacuerdo y negación, pero en último lugar, no queda más que una profunda satisfacción, vivida desde el recuerdo y nuevas experiencias. También lo es para los usuarios de PlayStation 3, que verán en él su primera gran exclusiva, envidiada, a veces desde el respeto, otras desde el desprestigio, por los jugadores de otros sistemas.
Pocos juegos te harán vivir lo que Guns of the Patriots puede hacerte experimentar. Abrázalo sin prejuicios y sin presión alguna, y sabrá recompensarte como sólo Kojima sabe hacer. Todavía estás a tiempo, repasa todos los antecedentes de este, uno de los grandes relatos del ocio electrónico -vía los documentales Metal Gear Saga o bien rejugándolos- y el 12 de junio disfrútalo como lo que es: una obra maestra que ha tardado 20 años en fraguarse.
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