
En el Allianz Arena, uno de los estadios más modernos de Europa, y cuando el partido ya terminaba, condenado a un empate sin goles, Messi rescató un balón en el vértice derecho del área del Bayern y conectó una volea impecable. El balón golpeó en el poste derecho de Rensing, sustituto de Kahn, y se coló en la meta alemana. Un gran tanto que certificó el valor de un jugador como Messi, capaz de cambiar el signo de un partido por sí solo.
Por lo demás, el Barcelona sólo ofreció una declaración de intenciones. Hasta la irrupción de Messi, un fogonazo que iluminó un partido plano, el equipo de Rijkaard se había quedado a medias. Trenzó el juego sin demasiados problemas, pero no finalizó las jugadas. Ni Henry ni Eto'o supieron resolver.
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